jueves, 30 de octubre de 2014

¿Y TU NIÑO INTERIOR?

SACA A PASEAR A TU NIÑO INTERIOR

¿Cuántos años tienes? ¿Cuánto hace que dejaste de ser niño? ¿Cuánto darías por volver a serlo?
Si hace mucho tiempo que no sabes lo que es disfrutar de verdad, si ya no te acuerdas de lo que es llorar de la risa, si reconoces que con los años has ido perdiendo ese brillo en la mirada, esa capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas, es porque te has olvidado de que dentro de ti sigue estando aquel niño que un día fuiste.
Quizás haya llegado el momento de que lo saques de nuevo a pasear.

EL NIÑO INTERIOR

“Todos los mayores han sido primero niños, pero pocos lo recuerdan”. (Antonie de Saint-Exupéry)
El concepto “niño interior” se utiliza a menudo en el ámbito de la psicología para hacer referencia a esa parte de nosotros que está viva, llena de energía.
Simboliza nuestro ser emocional, nuestra parte creativa, nuestro yo más auténtico.
Es ese impulso que hace que te subas a un columpio cuando pasas por un parque, que te pongas a hacerle cosquillas a tu padre para que se ría cuando está muy serio; son esas ganas de meter el dedo en la comida, es esa sensación que tienes cuando te comes un algodón dulce de la feria, es la excitación que sientes cuando te cuelas en el metro o en el autobús… ¿te suena?
Aunque crezcamos, ese niño no nos abandona; sigue estando dentro de nosotros. Él es quien nos ayuda a reconocer nuestra propia voz, quien nos desnuda de todo aquello que no somos.
Ese niño es el amor que nace de la aceptación de tu persona. Ese niño es tu parte más genuina, tu esencia, tu Ser sin límites ni barreras.
Todos tenemos la necesidad de volver a ser niños de vez en cuando, y no es nada malo. Hay quien lo confunde con inmadurez, pero nada tiene que ver.
Cuidar del niño que llevamos dentro es una muy buena manera de mantener una autoestima sana, y además nos ayuda a sanar nuestras heridas emocionales cuando ya somos grandes.


PROBLEMAS EMOCIONALES

Muchos de los problemas como el estrés, la ansiedad e incluso la depresión vienen derivados de la falta de atención de ese niño interior del que estamos hablando.
Ese ser emocional es real, y habita en el fondo de nuestra conciencia. A menudo quiere ser escuchado, atendido, y amado, y lo que se encuentra es a un adulto desconectado de sus emociones.
Cuando nos hacemos mayores empezamos a reprimirnos cuando nos apetece hacer cosas que no son “propias de adultos”. Utilizamos expresiones del tipo “ya tenemos una edad” o “eso ya no toca”, e incorporamos a nuestra lista de miedos uno más: el miedo a hacer el ridículo.
Las personas que con el paso del tiempo centran sus prioridades en cuestiones de trabajo, de dinero o de responsabilidades no se dan cuenta de que están dejando de lado cosas tan simples pero tan necesarias como sentir, reír, soñar, descubrir, aprender… todo eso que es el centro de tu vida cuando eres un niño.
Las personas que viven envueltas en la vorágine de un estilo vida en el que todo es material, superficial, estresante y muy rápido son víctimas de una falta de ilusión, de ganas de vivir, que a menudo son la antesala de crisis, depresiones y problemas emocionales.

CUALIDADES Y VIRTUDES QUE CONVIENE RETOMAR

De niños, todos compartimos una serie de cualidades como el entusiasmo, la inocencia, la espontaneidad, la alegría o la imaginación. Lástima que muchos de nosotros vamos dejándolas por el camino.
Lo bueno de esto es que esas cualidades o virtudes siguen dentro de nosotros, aunque estén enterradas bajo un montón de creencias limitantes y contaminación social.
Si tomamos conciencia del bien que nos haría recuperarlas, nos resultará más sencillo reencontrarnos con ellas.
Quizás nos ayude hablar de ellas como capacidades. Capacidades que todos los seres humanos tenemos, puesto que nacimos con ellas y que, con un poco de ayuda y mucha práctica, podemos recuperar:

CAPACIDAD DE ASOMBRO
Cuando eres niño, todo, absolutamente todo, es nuevo, por lo que sorprenderte con cada descubrimiento es algo lógico.
Pero aunque pasado un tiempo ya las cosas más comunes sean conocidas, nadie nos impide seguir aprendiendo cosas nuevas. Para eso sólo hay que conservar una cosa: la curiosidad.

CAPACIDAD DE OLVIDAR Y PERDONAR
Los niños se pelean con un amigo y tardan dos minutos en perdonarse y volver a jugar. Los adultos inventaron aquello de “perdono pero no olvido”, lo cual indica que no perdonaron de verdad.
El perdón es la manera más fácil de sanar una herida y acabar con el dolor.

CAPACIDAD DE NO JUZGAR
Si quieres vivir en paz contigo mismo, una de las primeras cosas que te conviene retomar es la capacidad de relacionarte con los demás sin juzgarlos.
Olvídate de lo que está bien o está mal, de lo que es bueno y de lo que es malo, y dedícate a pensar en lo que te apetece y lo que no, lo que te hace feliz y lo que no. Vive y deja vivir.

CAPACIDAD DE ENTRETENIMIENTO
¿Cuál era tu juguete preferido? ¿Qué necesitabas para pasar un buen rato? Es posible que coincidas conmigo en la respuesta: cualquier cosa.
Cuando eras pequeño podías entretenerte con la cosa más absurda: una cuchara, un zapato o una servilleta. ¿Por qué? Porque el resto ya lo ponías tú: tu entusiasmo y tu imaginación hacían el resto.
Hoy en día, la queja principal de los padres cuando los niños llegan a cierta edad es siempre la misma: “Es que no se entretiene con nada”, “se cansan de todo enseguida”…
Y resulta que a ellos les pasa lo mismo. Hemos aprendido a que la fuente de estimulación ha de ser externa, y somos incapaces de divertirnos simplemente pensando, soñando, imaginando.
Nuestra imaginación no tiene límites: empieza a utilizarla a diario, en las cosas más cotidianas, y te sorprenderás.

Quizás sea el momento de que te sientes delante del niño que eras y le mires a los ojos. Pregúntale si eres el adulto que quería ser; pregúntale si está orgulloso de en quien se ha convertido.

Si la respuesta es sí, ahora en tu cara se dibujará una gran sonrisa. Si, por el contrario, te mira asustado y no sabe bien qué decirte, es que hace mucho tiempo que no te acuerdas de él, hace mucho que le ignoras, y estará entre triste y enfadado.

Piensa en qué puedes hacer para sacar a tu niño interior: jugar, cantar, patinar, dibujar, pintar, reírte, disfrazarte… Son sólo algunas ideas; seguro que se te ocurren muchas más.

Si quieres llenar tu vida de alegría, no esperes a ser padre: ¡saca al niño que hay en ti!

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