martes, 16 de octubre de 2012

El estrés y la salud

Ante un incidente cotidiano, un disgusto en el trabajo o una discusión con nuestro cónyuge, sentimos que el corazón se nos acelera y late con más fuerza. Experimentamos calor en la cara y comenzamos a sudar. ¿Quién no ha sentido algo similar alguna vez? Esto no son sino, algunas de las manifestaciones del estrés, que pueden tener efectos sumamente dañinos. Por otra parte, no son solo las situaciones negativas o problemáticas las que nos suponen estrés, una noticia que nos provoca una súbita alegría puede elevar también nuestro nivel de estrés (una boda, la llegada de un hijo...).

Así mismo definiríamos el estrés como la tensión física o emocional que se produce como respuesta a un a presión interna o externa.

Algunos de los síntomas mentales son: tensión, irritabilidad, problemas de concentración, cansancio excesivo, problemas de sueño, preocupación, tristeza...

Los síntomas físicos son, entre otros: sequedad de boca, aumento de la frecuencia cardíaca, malestar estomacal, deseo frecuente de orinar, palmas de las manos sudorosas, dolores de espalda, tensión muscular, problemas para respirar...

Algunos datos sobre el estrés

  • Aproximadamente el 43% de las personas adultas sufren efectos adversos en su salud ocasionados por el estrés.
  • Del 75 al 90% de las visitas al médico se deben a enfermedades relacionadas con estrés.
  • El estrés se relaciona como una de las principales causas de muerte: enfermedades cardíacas, respiratorias, cirrosis hepática, cáncer...
En la antigüedad el mecanismo del estrés cumplía el propósito de preparar a los seres humanos para responder a estados de emergencia que le representaban una amenaza física. El proceso era el siguiente,  los músculos se tensan, la respiración se vuelve rápida y poco profunda, el hambre y deseo sexual se suprimen, el proceso digestivo se detiene, el cerebro se coloca en estado de alerta máxima y los sentidos se agudizan . las glándulas adrenales comienzan a lanzar hacia el torrente sanguíneo varias hormonas (hormonas del estrés), adrenalina y cortisol, que ayudan a aumentar la producción de energía y fuerza muscular.

Actualmente no tenemos que enfrentarnos a animales salvajes y cuando se nos activan las hormonas del estrés por cualquier otro motivo y encima, se van repitiendo a diario e incluso varias veces al día, lo que nos provocan estas hormonas son daños en el organismo que pueden acabar en enfermedades serias y graves.

De ahí la importancia de aprender a manejar el estrés (que lo veremos más adelante)

Hay varios tipos de estrés:

Estrés agudo

Es la forma más común. Consiste en demandas y presiones ocasionadas por sucesos recientes o por anticipaciones del futuro próximo. Por ejemplo, un fallo en el coche, un día con una apretada agenda laboral, el robo del bolso o cartera, etc. En pequeñas cantidades puede ser excitante. Por ejemplo, algunas personas funcionan mejor en su trabajo si tienen cierta presión, como un plazo límite que se está acabando. Pero si el estrés es excesivo resulta agotador. Los síntomas de estrés agudo son:

  • Tensión y contracturas musculares, dolor de espalda.
  • Problemas digestivos como diarrea, estreñimiento, acidez de estómago, reflujo gastroesofágico, síndrome del intestino irritable.
  • El exceso de activación da lugar a hipertensión, aumento de la frecuencia cardiaca, manos sudorosas, dolores de cabeza, manos y pies fríos, mareo, falta de aire y dolor en el pecho.

Estrés agudo episódico

Este tipo de estrés define a aquellas personas que sufren estrés agudo con frecuencia. Son personas que tienen demasiado trabajo, demasiados compromisos y demasiadas cosas por hacer. Los problemas surgen en sus vidas una y otra vez, siempre tienen prisa, pero siempre llegan tarde y sus vidas resultan desordenadas y caóticas. Es habitual que estas personas se muestren irritables, ansiosas y tensas. A menudo se describen a sí mismas como nerviosas. Su irritabilidad se convierte a veces en hostilidad y el trabajo suele convertirse en algo muy estresante para ellas.

Otra forma de estrés agudo episódico procede de una preocupación excesiva a lo largo del tiempo. Se trata de personas que se preocupan por casi todo y ven amenazas por todas partes. Constantemente están pensando en las cosas malas que podrían pasarles a ellos o a sus seres queridos. Suelen estar tensos, ansiosos y tienen más tendencia a deprimirse que a mostrase hostiles.

Los síntomas de este tipo de estrés son los síntomas de una sobreactivación excesiva: dolores de cabeza persistentes producidos por tensión muscular, migrañas, hipertensión, dolor en el pecho y enfermedad cardíaca.

Estrés crónico

Es el estrés que se produce cuando una persona se encuentra durante mucho tiempo en una situación estresante, como una familia disfuncional, violencia doméstica, situación de pobreza, o verse atrapado en un trabajo que la persona desprecia. Es también el estrés producido en conflictos nacionales o internacionales de larga duración, como los conflictos armados duraderos.


El estrés crónico se produce cuando una persona no encuentra el modo de salir de una situación desagradable; es el estrés de las demandas y presiones de una situación que parece no acabar nunca. Sin esperanza, estas personas dejan de buscar soluciones y se rinden.

Lo peor del estrés crónico es que la gente se acostumbra a él y se olvida de que está en una situación dañina. A veces, se han acostumbrado de tal forma que lo encuentran familiar y se sienten desconcertados en una situación no estresante.


Pero el estrés crónico puede llevar al suicido, desencadenar violencia, ataques cardíacos y puede que incluso cáncer. Los recursos físicos y psicológicos se agotan y esta persona se viene abajo.

Cómo manejar el estrés

El suceso estresante puede ser externo o interno, aunque lo habitual es que sea una mezcla de ambos. Un suceso estresante externo puede ser, por ejemplo, estar en un atasco cuando nos esperan para una importante reunión, pero, a su vez, en esta situación nos provocamos también un estrés interno al pensar determinadas cosas como por ejemplo: "me van a despedir y me hundiré", "pensarán que soy un incompetente y eso no puedo soportarlo", "todo me sale mal, soy un fracaso, tengo gafe", etc.) y preocuparnos en exceso en vez de hacer lo que podamos y aceptar la realidad tal y como es, sin utilizar un pensamiento catastrofista, exagerado o irreal que produce aún más estrés que el suceso en sí.

Por tanto, el primer paso para manejar adecuadamente el estrés es utilizar un pensamiento realista y constructivo. Para ello, pueden servirte de ayuda los siguientes enlaces:


Terapia racional emotiva. Aquí se explica cómo los pensamientos influyen en las emociones.

El segundo paso consiste en tratar de manejar el ambiente de manera apropiada, intentando que los sucesos estresantes de nuestras vidas sean los menos posibles. Para ello podemos hacer lo siguiente:

1. Llevar una vida organizada: planear horarios, llevar agendas, etc., de modo que estemos preparados de antemano para afrontar las demandas del día.

2. Ver los sucesos estresantes como problemas a resolver y no como amenazas. Tener una actitud creativa de búsqueda de soluciones múltiples a los problemas y actuar para llevarlas a cabo hasta encontrar la solución adecuada.

3. Utilizar técnicas de relajación, masajes, música tranquila, baños relajantes, terapias naturales, yoga, reiki, etc.

4. Prohibirnos terminantemente preocuparnos al ir a la cama. La noche es para dormir. Deja las preocupaciones para el día siguiente. Para lograrlo, piensa al acostarte: "Hora de dormir, queda prohibido preocuparse, ya me preocuparé mañana".


5. Sé consciente de qué cosas te estresan y en qué momento estás bajo estrés. Entonces haz una pausa para analizar qué está pasando y pensar en soluciones en vez de tratar de ignorar lo que te está sucediendo y dejarte llevar sin control por la marea de sucesos o crisis. Recuerda: párate para pensar.


Fuentes: cepvi.com, saludparati.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario